Manifiesto Educativo

Por una perspectiva de género en las escuelas.

Este manifiesto ha sido escrito por una maestra para las y los maestros en general, y procede de la reflexión y diálogo compartido con varias pedagogas. En parte, estas ideas han surgido de los resultados del Foro Mundial de mujeres de 2021, en el cual se identificaron las metas no alcanzadas a 25 años de la Plataforma de Beijin y a las que también se sumaron los retos pendientes que ha dejado el 2020 en el marco de la pandemia. Aun cuando persisten los desafíos para disminuir la brecha de género, el tono de las participantes sigue siendo esperanzador, de compromiso y responsabilidad frente a cada uno de los espacios que ocupamos en la sociedad.

Pese a las iniciativas lideradas ahora por las más jóvenes, la brecha de género sigue latente. Por ello, este manifiesto apuesta a una estrategia, que no es la más rápida, pero sí es la más segura para alcanzar la igualdad y la mitigación de la violencia: la educación.

A pesar de que varios países de América Latina han tenido reformas educativas en las que sus programas incorporan temas relacionados con la perspectiva de género, hay que reconocer que esto no ha sido suficiente para llegar a las aulas completamente. La operacionalización de estos planes requiere la formación de los maestros, recursos didácticos acorde a este enfoque y recursos económicos reales, entre otros. Lamentablemente, los Estados Nación no dirigen sus esfuerzos para que los insumos estén disponibles y para que en las aulas se hable, se forme y se reflexione en torno a esta problemática.

Por otra parte las cifras no mienten. En primer semestre del año 2020 según el INEGI, en México fueron asesinadas 1,844 mujeres, por su parte en Argentina en ese mismo año ocurrieron 168 feminicidios, en Chile 42 mujeres fueron muertas, y así se puede, seguir indicando las cifras en cada país. Es decir, los programas y las reformas pueden tener la buena intención de promover la igualdad de género, pero los números indican que hay acciones por hacer. Precisamente, hoy en las aulas de las escuelas de América Latina se siguen reproduciendo comportamientos patriarcales que replican y perpetúan este orden hegemónico.

La sociedad civil organizada, las mujeres incorporándose a los sistemas de gobiernos para impulsar leyes en beneficio de la igualdad de sus derechos y los grupos de resistencia en las calles, en la escritura y en los medios son ejemplos de los movimientos para posicionar una igualdad de género en la vida cotidiana de estos países. Por eso, ahora el sector educativo debe actuar con mayor determinación.

El presente Manifiesto educativo para una perspectiva de género en las aulas, no es una utopía, no es una carta de buenos deseos, es producto de la experiencia docente a lo largo de 17 años en escuelas ubicadas en sectores vulnerados, donde se ha impulsado el empoderamiento de las niñas/adolescentes, la igualdad, la educación, el ejercicio saludable de la sexualidad y la visión de un proyecto de vida que les permita desarrollar todas sus capacidades de manera autónoma e independiente.

La educación siempre se ha sido vista como agente transformador de las personas, por lo que es la vía más segura para subvertir el orden de género en la sociedad. Este manifiesto educativo propone una ruta para la incorporación de la perspectiva de género en las aulas, sin necesidad de una reforma educativa. A las y los maestros se nos ha otorgado por ley la autonomía en las aulas, hagamos valer este derecho y trabajemos en los siguientes puntos:

1. Democratización de las aulas: cambiar un orden de género pasa, necesariamente, por la democratización de las instituciones. Yo crecí en democracia, sabía que mi voz sería escuchada y era tan respetada como la voz de los otros, fueran hombre o mujeres.¿Dónde se aprende a escuchar, valorar y a reconocer los derechos ciudadanos?, precisamente, en las aulas.

Democratizar implica tanto revisar los reglamentos escolares donde se muestra la participación paritaria de las y los estudiantes en los procesos de toma de decisiones, como garantizar los mecanismos para que todos sean escuchados. Si en los ambientes escolares reina la violencia, el autoritarismo o una solo mando, se seguirá reproduciendo el orden de género. Así, se convoca a los directivos de las instituciones educativas a liderar ambientes democráticos.

2. Unidades de género en las escuelas: estos espacios existen en diversas universidades con el fin de que las estudiantes pueden recibir atención y denunciar agresiones o un hecho de acoso. Protocolos parecidos deben ser incorporados en escuelas primarias, secundarias y preparatorias, pues allí también se ejerce la violencia. Es imperante que en su elaboración participen las y los estudiantes, porque, como víctimas, su voz debe ser escuchada, además que esto podría contribuir a su socialización. Antes señalé que había crecido en democracia, por tanto, en la secundaria fui delegada de curso por 3 años. Parte de mis responsabilidades como representante por votación estudiantil era reportar situaciones problemáticas con los docentes, como evaluaciones fuera de lugar, etc. Era la promotora del cumplimiento de los derechos de mis compañeros. Una práctica similar puede plantearse en las unidades de género al contar con promotores o responsables en cada aula. De esta forma, se monitorea que el protocolo se construya en conjunto y se hagan valer los derechos de las y los estudiantes por igual.

3. Oficios, juegos, lecturas y actividades no diferenciadas: esto se refiere a la conciencia y el cuidado de no estigmatizar ciertas actividades por género, como por ejemplo, decir que el fútbol es un deporte solo para varones o que ellos son más “capaces para las áreas de ciencias” que las niñas. La visión ideal es que las y los estudiantes descubran sus talentos para apoyarlos en el desarrollo de todas sus capacidades.

Además de incorporar más lecturas sobre mujeres en las ciencias, el deporte, en la historia, es decir visibilizar el rol de la mujer en todos los ámbitos de la historia y de la sociedad, esto entre otras estrategias.

4. Formarse para educar: los desafíos de la sociedad son cada vez mayores y el conocimiento que recibimos en nuestra formación universitaria ya no es suficiente, por lo que nuestra instrucción debe ser continua. Y si el gobierno no nos la otorga, podemos buscar apoyo: ¿por qué no invitar a un colectivo feminista a la escuela para que hable del movimiento? Debe aprovecharse que la pandemia ha acortado las distancias con Argentina, por ejemplo, y que ahora es factible un encuentro con activistas de México y Ecuador, casi de forma instantánea. ¿Ahora en qué nos debemos formar?

Es importante conocer la perspectiva de género, las luchas de los movimientos feministas, las leyes de nuestros países acerca de la prevención y atención de la violencia contra las mujeres, así como la educación sexual. Estos son los temas que deben abordarse en las aulas sin miedo. Es mejor que las y los estudiantes obtengan este saber de nosotros a que busquen información por su cuenta y la interpreten distorsionada o parcialmente.

5. Vinculación con las familias y diálogo sobre los roles de género: tanto las familias como las escuelas desean la mejor preparación para las y los estudiantes. Por eso, deben localizarse puntos de encuentro que permitan alcanzar esta meta.

El diálogo y la reflexión sobre la perspectiva de género con las familias posibilita el reconocimiento de cada uno de sus miembros, sin reproducir el orden de género. Con esta base, se empleará un lenguaje común en beneficio de la igualdad y la no violencia sobre niñas, niños y adolescentes.

6. Definir el abuso sexual y las orientaciones para detectarlo y prevenirlo: es bien sabido que las personas cercanas al hogar realizan la mayoría de las agresiones a las y los niños.

Explicar en qué consiste un abuso permitiría que las infancias y las y los adolescentes puedan identificar situaciones de peligro y ubicar en sus casas a alguien de confianza para hablar acerca de ello, de manera de parar el abuso y que las víctimas pueda ser atendidas de manera especializada. Así no sentirán culpa y podrán sobreponerse o evitar este tipo de violencia.

La deuda de los Estados Nación con las y los maestros en cuanto a formación, evaluación, recursos didácticos, mobiliarios y salarios es muy amplia, por lo que la autonomía escolar y la democracia son fundamentales para la creación de estrategias propias de sostenibilidad.

Una muestra de lo anterior está en que una formación sólida (en tecnología, cambio climático o, en este caso, perspectiva de género) nos facilita reconocer algunas instituciones que pueden apoyarnos en nuestras aulas (universidades, organización de la sociedad civil).

No debemos estar solas/solos ante una responsabilidad tan grande como educar. Si bien cursamos una carrera para ser formadores, no se puede negar que el curriculum de las universidades y los sistemas educativos actuales ya no responden a las necesidades de hoy.

Las problemáticas y sus soluciones rebasan las fronteras de las aulas. Las y los maestros de primarias, secundarias y prepas pueden llegar a pensar que este manifiesto representa más trabajo, pero, para los que tenemos vocación y estamos convencidos de la relevancia de nuestra labor en la sociedad, los aspectos indicados no son una carga: es parte de la tarea que asumimos para transformar en positivo la realidad de orden de género que hoy se sigue viviendo.

Si abordamos la perspectiva de género en las aulas, el trabajo de atender las situaciones de violencias en las escuelas se terminaría.

Heryca Natalia Colmenares Sepúlveda
Fundadora y Directora General
Gender&Democracy

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